Anda el mundo de la música procesional bastante convulso por cierto cambio que se viene produciendo. Gracias a Dios, en los últimos años el cofrade cuida hasta el último detalle del cortejo en la calle. La música, como parte importante de esta puesta en escena y siempre tan cercana a nuestros sentimientos más profundos, no lo es menos. Este movimiento que desde hace algún tiempo acá va in crescendo, trae de cabeza a la mayoría de directores de las bandas de música que vienen a nuestra ciudad, ya que se trata de una corriente que se lleva reivindicando desde un amplio sector, más purista y selecto. La misma viene iniciada y abanderada hace ya años atrás por una página web de música cofrade de todos conocida como patrimonio musical y a la que un servidor se honra pertenecer. Habrán deducido que me refiero a los repertorios de Semana Santa de las citadas formaciones.
La música culta en forma de marcha procesional viene abriéndose camino de nuevo con gran fuerza, recordándonos, por si algún día se nos olvidó, esa instrumentación escrupulosamente perfecta a la que podríamos denominar "música de armonía religiosa". Ella nos sumerge en el éxtasis más profundo, melodías cautivadoras nos motivan al recogimiento contemplando una conmovedora escena de la Pasión del Señor. El compositor nos hace revivir a través de su música diferentes estados de ánimo acordes con dicho momento, conformando un enclave mágico, ideal e irrepetible. No es una composición cualquiera, su evolución ha sido lenta a lo largo de los años, pero siempre utilizando recursos que sólo están al alcance de los maestros más cualificados. Los Font, Gámez, Beigbeder, Farfán o Morales son algunos de los más claros exponentes, dejándonos un legado de piezas que nunca quedarán en el olvido y que sin duda alguna se podrían comparar con las más grandes composiciones de la música clásica. Si buscáramos este referente en Cádiz, seguro que todos coincidiríamos en citar a Eduardo Escobar de Rivas como el más destacado… Analicen sino la marcha ¡Ecce-Homo! y comprenderán de qué les hablo. Esta forma de componer no tiene otro secreto que llevar a cabo esa técnica sagrada consistente en unir meticulosamente en un pentagrama la armonía, el ritmo y la melodía de forma inspiradísima, solo al alcance de unos pocos privilegiados.
En los últimos años, se ha dado el caso de personas poco versadas en el tema y sin ningún tipo de cargo en la cofradía, con tan solo formar parte del cortejo, han ido a la trasera del palio a casi imponer que les tocaran aquella o la otra marcha, saltándose totalmente el protocolo existente y acordado entre junta y banda. Incluso hay veces que al director le ha llegado en la misma salida procesional más de un repertorio distinto a su mano de la misma cofradía.
Todo ello se trató convenientemente hace algún tiempo en una mesa redonda cofrade-musical entre los directores bandísticos referentes en la provincia: Enrique Galán, Javier Alonso, Gabriel Vadillo y Manuel Forero. El resultado fue muy gratificante; poco a poco van dando el paso necesario al frente con sus respectivas formaciones y se van eliminando composiciones "bajo la sospecha" de tratarse de marchas procesionales, esperando que las cofradías tomen también el camino correcto. La única solución, como se deduce, pasa sin lugar a dudas por que las juntas de gobierno se dejen aconsejar por gente cualificada o por el propio director de la banda que acompaña. Tras el palio, es necesaria tan solo la figura del diputado de banda, como un intermediario solo y exclusivamente entre junta y banda o para solucionar un caso puntual que se presentara, como el que he hecho mención anteriormente. Una marcha ya no solo debe tener calidad, sino que voy a más, debe reunir unas características acordes al lugar de su interpretación, en la que se haga resaltar más aun si cabe su belleza. Para esto, hace falta la opinión de un músico que aporte sus conocimientos. Tenemos la solución a la mano, solo la unión entre las bandas de música en esta misma dirección podrá marcar la senda hacia el grado sumo de la marcha procesional y mostrarnos la diferencia entre la música humana y la divina.
La música culta en forma de marcha procesional viene abriéndose camino de nuevo con gran fuerza, recordándonos, por si algún día se nos olvidó, esa instrumentación escrupulosamente perfecta a la que podríamos denominar "música de armonía religiosa". Ella nos sumerge en el éxtasis más profundo, melodías cautivadoras nos motivan al recogimiento contemplando una conmovedora escena de la Pasión del Señor. El compositor nos hace revivir a través de su música diferentes estados de ánimo acordes con dicho momento, conformando un enclave mágico, ideal e irrepetible. No es una composición cualquiera, su evolución ha sido lenta a lo largo de los años, pero siempre utilizando recursos que sólo están al alcance de los maestros más cualificados. Los Font, Gámez, Beigbeder, Farfán o Morales son algunos de los más claros exponentes, dejándonos un legado de piezas que nunca quedarán en el olvido y que sin duda alguna se podrían comparar con las más grandes composiciones de la música clásica. Si buscáramos este referente en Cádiz, seguro que todos coincidiríamos en citar a Eduardo Escobar de Rivas como el más destacado… Analicen sino la marcha ¡Ecce-Homo! y comprenderán de qué les hablo. Esta forma de componer no tiene otro secreto que llevar a cabo esa técnica sagrada consistente en unir meticulosamente en un pentagrama la armonía, el ritmo y la melodía de forma inspiradísima, solo al alcance de unos pocos privilegiados.
En los últimos años, se ha dado el caso de personas poco versadas en el tema y sin ningún tipo de cargo en la cofradía, con tan solo formar parte del cortejo, han ido a la trasera del palio a casi imponer que les tocaran aquella o la otra marcha, saltándose totalmente el protocolo existente y acordado entre junta y banda. Incluso hay veces que al director le ha llegado en la misma salida procesional más de un repertorio distinto a su mano de la misma cofradía.
Todo ello se trató convenientemente hace algún tiempo en una mesa redonda cofrade-musical entre los directores bandísticos referentes en la provincia: Enrique Galán, Javier Alonso, Gabriel Vadillo y Manuel Forero. El resultado fue muy gratificante; poco a poco van dando el paso necesario al frente con sus respectivas formaciones y se van eliminando composiciones "bajo la sospecha" de tratarse de marchas procesionales, esperando que las cofradías tomen también el camino correcto. La única solución, como se deduce, pasa sin lugar a dudas por que las juntas de gobierno se dejen aconsejar por gente cualificada o por el propio director de la banda que acompaña. Tras el palio, es necesaria tan solo la figura del diputado de banda, como un intermediario solo y exclusivamente entre junta y banda o para solucionar un caso puntual que se presentara, como el que he hecho mención anteriormente. Una marcha ya no solo debe tener calidad, sino que voy a más, debe reunir unas características acordes al lugar de su interpretación, en la que se haga resaltar más aun si cabe su belleza. Para esto, hace falta la opinión de un músico que aporte sus conocimientos. Tenemos la solución a la mano, solo la unión entre las bandas de música en esta misma dirección podrá marcar la senda hacia el grado sumo de la marcha procesional y mostrarnos la diferencia entre la música humana y la divina.
José Manuel Ruiz García
Fuente: http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1147356/musica/humana/o/divina.html